EL CAMINO AL CUARTO IRONMAN: UN RETO PERSONAL Y LA MAGIA DE BARCELONA

EL CAMINO AL CUARTO IRONMAN: UN RETO PERSONAL Y LA MAGIA DE BARCELONA

El comienzo de una aventura épica el 07 de octubre de 2018.

Aquel día, no solo consagró la culminación de su cuarto Ironman, sino que también rompió la barrera de las 10 horas. Su euforia al cruzar la meta era palpable, pero más allá de la alegría del logro, fue "la entrega y la pasión con la que viví" lo que verdaderamente convirtió esa jornada en especial. Aunque contaba con un historial de logros en su memoria, este Ironman opacó cualquier otro evento deportivo de su vida. El clímax de la carrera lo envolvió en una emoción que "aún me deja sin palabras".

En el año que antecedió a este monumental evento, su preparación y dedicación fueron inquebrantables. Se enfrentó a un maratón, un Ironman y dos Medio Ironman, pero el Ironman deBarcelona se erigía como el reto definitivo. 

Con el objetivo fijado en "romper la marca de las 10 horas", fijo una rutina de entrenamiento rigurosa y estratégica que implicaba hasta 20 horas semanales de esfuerzo físico. Recorrió cerca de "9,000km en bicicleta, 1,300 km corriendo y 250 km nadando durante el año", sin contar las "innumerables horas de trabajo de fuerza".

Con tres Ironman a sus espaldas, Pedro sabía la importancia de anticiparse al gran día. Optó por instalarse en Calella dos días antes de la competición. En un abrir y cerrar de ojos, tenía todo listo: "dorsal, equipo, alimentación". 

 

 

Pero no todo fue tensión y preparativos; hubo momentos para la camaradería con su pareja y amigos, y su entrenador (Nene) que no dudó en viajar desde Sevilla para ser parte de este desafío.

El reconocimiento del terreno fue una fase crucial en la víspera de la carrera. Nene y él se sumergieron en las aguas calmas del mar, augurando un buen día para nadar. Después, recorrieron la ruta de ciclismo, interiorizándose en cada curva y cada recta, un acto que él consideraba vital a pesar de su extenso entrenamiento. en la tarde, "deposité mi bicicleta en la transición", beneficiándose de ventajas logísticas gracias a su estatus de AWA.

El ritual previo a la carrera era un proceso familiar para él que podría recitar cada paso de memoria, sin embargo, terminaba repasándolo tres o cuatro veces más. La bicicleta debía estar alineada al milímetro. 

Para él, este meticuloso proceso era más que una serie de pasos repetitivos; era una parte esencial y querida del deporte, “un coñazo que me encanta".

 

"Espero mi turno, me toca, respiro hondo y salto al agua... la visibilidad es casi nula."


La mañana del triatlón comenzó con una escena casi pictórica: “lluvia y viento feroz”. Echando un vistazo a la costa desde la terraza, le hacía dudar si las olas eran realmente tan altas como su mente las pintaba o si era la anticipación del evento que le jugaba una mala pasada.

Tras un descanso breve para asimilar nutrientes, a las 6:45 a.m., era momento de encontrarse con Nene para dirigirse hacia la transición. Mientras Szabina (su pareja) se hacía cargo de la mochila, Nene y Pedro empezaron a correr con una cadencia suave hacia el campo de fútbol, donde estaba montado todo el escenario de la competencia. 

No obstante, antes de salir del hotel, la lluvia intensificó, convirtiéndose en un verdadero diluvio. El bromeaba con nerviosismo, "los cojones ya los tengo de corbata". Pero la lluvia amainó y pudieron comenzar su trote hacia la T1.

Al llegar a la transición, las bicis de alrededor estaban empapadas, pero la suya había permanecido resguardada, " ha dormido calentita, compadre". Entre preparar su equipo, inflar las ruedas, y lidiar con múltiples peticiones de su bomba de aire, reflexionaba con humor sobre las minucias que componen el ritual pre-carrera.

El neopreno envolvía su figura, mirando hacia el tumultuoso mar, no pudo evitar reír y comparar la escena con "el típico día de pijama hasta los sobacos y peli". 

Sin embargo, allí estaban, 3,000 almas valientes.

Recordaba aquel half Ironman en Dubai, en Noviembre de 2015, donde el mar no daría tregua alguna. Ese recuerdo lo llenaba de una determinación práctica: "Se nada y punto". Esa simple afirmación lo tranquilizaba.

Llegó el momento de despedirse de sus seres queridos, un instante siempre amargo. Al mirar a Szabina, notaba la inquietud en su semblante; conocía bien el respeto que ella sentía por el mar. Con un abrazo cálido a cada uno, se dirigía a su corral de salida. 

Una voluntaria lo señaló hacia los AWA, justo detrás de los profesionales. La salida en "rolling start" evitaba la lucha cuerpo a cuerpo; salía en la cuarta fila, ligeramente a la derecha. "Pi, pi, pi, piiiiiiiii,salidaaaa."

Las primeras brazadas fueron una lucha contra las fuertes olas. Dirigió su mirada a la primera boya, a la derecha, a 300 metros. La natación era complicada, y no fue hasta después de 400 metros que recibió el primer golpe—bastante menos que en Lanzarote a los 100 metros.

Aprovechando la corriente a favor en la primera parte, avanzaba. Giró en las boyas, orientándose hacia la transición, con la costa aún lejana. La corriente, ahora en contra, lo obligó a encontrar pies a los que seguir. 

El ritmo era rápido; intentando fijar la estela de un nadador, hasta que finalmente, al alcanzar los 3000 metros, pudo relajarse un momento para “descargar,..qué alivio", pensó con un toque de humor.

 

  

Proseguía, con su mente calculando proyecciones de tiempo: 1.07, 1.08, 1.10…Pero con el último giro hacia la orilla sea proximo, el mar se comportó caprichoso, complicando los metros finales. Aun así, logró salir del agua, y justo cuando sus pies tocaban la arena, escuchó el aliento de Nene. Una mirada hacia el reloj y la sorpresa lo inundó: 1.05 horas exactas, su récord personal en natación para la distancia de 3800 metros.

Sin detenerse, corría hacia la transición T1, despojándose del neopreno en movimiento alcanzó la carpa, tomó la bolsa azul y casco puesto en apenas 3 minutos.

La etapa de ciclismo debería haber sido su segmento más rápido, pero se presentaban complicaciones inesperadas. Salir de Calella era tedioso; los primeros 3 kilómetros lentos y poco estéticos. 

A los pocos metros, un dolor inoportuno en el abductor izquierdo emergía, una molestia que se intensificaba con cada pedalazo y recordaba los desafíos físicos en ironmans anteriores y, aunque adelantado por muchos, no se rendía.

En el kilómetro 5, se detuvo buscando alivio en una ambulancia, pero el recurso que necesitaba era inexistente. Sin embargo, a los 10 kilómetros, la fortuna le sonreía cuando Antonio, un voluntario, encontró un spray que le ofreció un respiro.

Retomó la carrera, aunque con una media muy por debajo de lo previsto, apenas 28km/h frente a los 36 km/h esperados. No obstante, los siguientes 70 kilómetros se convirtieron en una demostración de fuerza y determinación. Incrementando los vatios de 260 a un impresionante rango de 290-300, conseguía remontar la media a 36.7km/h. La meta sub-10 horas todavía estaba en juego, y no tenía intención alguna de ceder.

En el kilómetro 87, él esperaba encontrar su bolsa de necesidades especiales. A su parecer, había un error por parte de la organización ya que usualmente estas bolsas se colocan alrededor del kilómetro 120 o 130, donde los atletas sienten la necesidad de un impulso adicional. 

A pesar de esto, decidió hacer una parada en el 87 para tomar su aguacate y pavo, y "darle un pequeño sorbo al batido de proteínas". Después de la pausa, su promedio de velocidad cayó a 36.1 km/h. Al acercarse a Calella, estaba atento a la presencia de su equipo de apoyo.

Llegando a la rotonda de Calella en la primera vuelta, allí estaban Szabina, Nene, el gran David y su amigo Gerard, quienes armaban un gran alboroto de apoyo. 

Dando la vuelta en la rotonda y se acercó a ellos, decidiendo parar para darles un abrazo ya que "Se lo merecen".

 

Manteniendo vatios controlados, rodando entre 250 y 260, fue justo después del kilómetro 120 cuando la carrera realmente comenzó, y como él mismo dijo, "esto es un Ironman, compadre"

Al llegar al último pueblo desde donde se podía ver Barcelona, giraron 180 grados para volver hacia Calella. La vuelta era complicada, no solo por los 35 km que restaban, sino porque al adelantar a un pelotón, éste decidió seguirle. 

Su táctica era simple: "aprieta lo máximo posible para evitar caer en zona drafting". Lideraba el grupo con sus vatios y cuando era adelantado, caía hasta el último lugar para mantener su ritmo. Esta acción la repetía constantemente, y "lo peor era ver cómo en el medio del pelotón había muchísima gente mirando hacia atrás para ver si venía un árbitro".

 

Al llegar a Calella, mantenía un promedio de 36.2 km/h, pero dentro del pueblo el ritmo era más lento y llegó a la T2 con un tiempo de 5.02 horas y un promedio de 35.9 km/h, cubriendo un total de 181 km. 

Corriendo hacia su puesto, dejó su bicicleta y notó con satisfacción "las pocas bicis que hay". Esto significaba que había hecho un buen trabajo y que no había mucha gente corriendo aún. 

En la carpa, el ambiente entre los triatletas era emocionante; deseando suerte con choques de mano y abrazos. Era una experiencia conmovedora, "la verdad, que recomiendo vivirlo desde dentro", recordando a escenas de la película "Gladiator".

Realizando la transición en apenas cuatro minutos, partió de la carpa con la determinación grabada en su rostro. Mirando su reloj, marcaba 6 horas y 16 minutos, una voz interna le susurró un reto:"Tienes 3 horas y 44 minutos para bajar de 10 horas". 

Se configuró el reloj para enfocarse solo en las pulsaciones. Aunque un leve dolor amenazaba su paso, las 140 pulsaciones que marcaba su pulso eran un testimonio de su fortaleza.

Al pasar por donde estaban Szabina y Nene, él "me pongo réflex". Describiendo la maratón de este Ironman como "más aburrida que una rueda de prensa de Iniesta", con la excepción de los últimos 2 kilómetros en Calella, llenos de gente. 

Continuó avanzando y en el kilómetro 11, al encontrarse nuevamente con Szabina y Nene, les mencionó su cansancio, a lo que respondieron con humor, "hombreee, normal, no? Jajajja".

 

 

"Me concentro en cada paso, en cada zancada, no pienso en el dolor, solo pienso en acabar... Yo sigo currándomelo y corriendo rápido... empiezo a sonreír porque ya sé que lo voy a conseguir."

 

Concluyó la primera vuelta de 13.5 kilómetros manteniendo un buen ritmo que le permitiría terminar en menos de 10 horas. 

Concentrado en mantener una buena hidratación y alimentación. Pedro nos cuenta que 4 meses antes de la competición cambió su dieta, de la mano de un gran profesional, Álvaro Otero.

Al llegar al kilómetro 26, se dio cuenta de que su ritmo no era el más rápido, pero se motivó al ver a mas amigos, dándole un impulso de energía. 

Tras una breve parada para aplicar réflex y ante el comentario de Nene sobre intentar romper la barrera de las 10 horas, él respondió con determinación, enfatizando que no era cuestión de intentar, sino de hacerlo. 

Antes de la carrera habían acordado que, si peligraba su objetivo y aún había esperanza, aumentarían el esfuerzo en los últimos kilómetros de la maratón, la parte más desafiante del Ironman, donde las fuerzas flaquean y muchos enfrentan el temido muro. 

Con esto en mente, estaba decidido a aumentar su ritmo al comenzar la última vuelta para asegurarse de lograr un tiempo inferior a 10 horas, ya que seguir al ritmo conservador le llevaría a un tiempo final de10 horas y 6 minutos.

Giro en el arco de la meta y comienza la parte más desafiante de la maratón. Ante él, 13.5 kilómetros lo separan de la gloria de cruzar la línea de un Ironman nuevamente, con la firme intención de lograr un tiempo por debajo de las 10 horas.

Al pasar el campo de fútbol, Pedro se aproxima al kilómetro 31, donde un grupo de rostros familiares lo anima vehementemente, Nene captura su mirada con una comprensión muda y le comunica: "Hay que intentarlo". "Lo voy a hacer".

Se desprende de lo innecesario - barritas, botellas, gafas - y solo conserva su gorra y un espíritu de lucha inquebrantable.

Con cada kilómetro que pasó, su fuerza aumentó, aunque intentó contener las ilusiones prematuras. Sabía que debía mantener un ritmo de menos de 5 minutos por kilómetro para alcanzar su objetivo de 9:59:59. 

Comenzó a adelantar a otros competidores. En el kilómetro 35, la última curva no solo simbolizó un cambio en la dirección, sino también el comienzo del regreso hacia la meta. 

Solo 7 kilómetros lo separaban entonces del final, y se tomó un breve respiro estratégico para hidratarse y alimentarse; fue su última pausa antes del empujón final.

 

Recordando las conversaciones con Nando y la persistente voz interna que le sugería rendirse, Pedro estuvo más decidido que nunca a derrotarla desde el comienzo.

"Continuó corriendo y adelantando, con el apoyo del público que le brindó una energía extraordinaria". 

 

Cuando llegó al campo de fútbol en el kilómetro 39, el entusiasmo del público era casi palpable. 

El cronómetro marcaba "9.52 horas" y le quedaban 1500 metros. La multitud fue un desafío adicional, exigiendo de él agilidad y precisión para continuar avanzando.

Rechazando el último avituallamiento, los últimos 500 metros fueron un "estallido de adrenalina, sonrisas anticipadas y una energía que parecía inagotable".

El cartel de 200 metros era su único enfoque. Los giros fueron rápidos, los adelantamientos precisos, y el ingreso a la moqueta negra y roja fue "el preludio de su victoria inminente". 

Hizo ademán de parar y desde las vallas legritaron, "nooooooo, no pares, corre,corre". Decidió seguir corriendo y esprintar; chocó las manos con los speakers, le gritó al público, levantó los brazos, contando los metros que le quedaban: "10, 9, 8, 7, 6, 5, 4, 3, 2, 1", y entonces escuchó el estruendo, “Pedro,YOU ARE AN IRONMANNNNNNNN"

Saltó, gritó, volvió a gritar, y al mirar el reloj, este marcaba "9 horas 58 minutos y 28 segundos". Había conseguido correrlos últimos 7 kilómetros a un ritmo de "4.30min/km". Quiso abrazar a alguien y lo hizo con el voluntario que entregaba las medallas.

"El bicho" había vuelto a perder, esta vez de paliza. "Siiiiiiiiiii", quería llorar y lo hizo, "siiiiiii".

Recibiendo la medalla, le preguntaron si estaba bien, y respondió, "mejor que nunca". Solo quería salir. Salió y allí estaban. Se abrazó con ellos. "Lo hemos conseguido".

El ironman era una experiencia increíble, pero mucho más si se hace acompañado de los seres queridos.

 

 

Querido Pedro,

Gracias por inspirarnos con tu hazaña. Tu relato de perseverancia y triunfo ha tocado nuestros corazones. Celebraremos contigo y esperamos futuras victorias. 

¡Enhorabuena!

Cordialmente, Javier Ferrer

FOVER

 

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